Después de la ruptura, el abandono.
Después de tí, yo, la soledad.
1 de febrero de 2012
Desde que no quiero
saber de ti, mejor no escribo. Estoy tan empeñada en la tarea absurda e
imposible de olvidarte que evado cada oportunidad de enunciar tu nombre, mentalmente,
sensorialmente, nostálgicamente.
Voy a olvidarte,
aunque implique perderme para no hallarte. Voy a dejar de ahogarme en el
llanto interminable y martirizarme temblando por la angustia que me causa no
tenerte. Voy a morir, si es preciso, con
tal de no morir por ti.
Estoy temblando, de
dolor y rabia, por quererte y extrañarte, por no ser capaz de olvidarte.
Me voy a refugiar en
este llanto para no volver a abrir los ojos intentando verte de nuevo. Me voy a
cubrir de dolor, para que mis lamentos no traspasen y corran con el viento implorando
tu nombre... suplicando que regreses.
7 de febrero de 2012
Perdida la llave del
hotel (el vacío consagrado al espacio, a la luz, al frío de tu compañía).
Perdida la historia entre nosotros, la muerte lenta que intranquila mi sueño y
se prende de mí, desmoronándome.
Perdida yo (entre los recuerdos), perdida
entre las olas que maldicen mi vida y marchitan mi cuerpo.
Me redescubro en el
reflejo, con mis ojos llorosos y la presión en el pecho. Mi desnudez me
enmudece y causa escalofríos la maldita habitación desierta, el murmullo que
imagino, los recuerdos que invoco.
Te has reflejado en mí. Me asusta tu imagen
cada vez que me miro al espejo, perdida, nostálgica, embrutecida.
9 de febrero de 2012
Ya ni siquiera me consuela quererte en soledad, cuando lo que tengo solo el desgastado sentimiento de
la cotidianeidad.
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